viernes, 5 de noviembre de 2010

Un momento para reflexionar

Hola a todos:

                         Hoy voy a compartir con Uds. un texto

escrito por un compatriota (a quien obviamente le pedí

permiso para  sumar en mi blog sus pensamientos)

porque además  comparto  estas expresiones.


"La muerte no santifica"

Como católico y peronista, por historia y vocación; un mar de dudas y  emociones inundan mis propios sentimientos y creencias.   Ante el llanto de miles de personas, y en la convicción de que la única “verdad es la realidad”, es que debo recurrir a nuestros antepasados para entender la verdadera conducta de nuestros Hombres frente a la muerte.

Los egipcios pensaban que la muerte era el comienzo de una nueva   vida, por eso muchos eran enterrados con todas las pertenencias incluso comida y joyas para hacerles más fácil la existencia allá donde fueran.      Este pueblo creía firmemente que, después de morir, el alma del hombre viviría feliz sólo si se daba un tratamiento especial al cadáver para preservarlo de la “corrupción”.

Creían que el destino del alma después de la muerte, su destrucción o felicidad dependía de la conducta que el individuo había practicado en vida.      Para que el muerto pudiese defender su causa ante el tribunal de Osiris, se colocaba al lado de su sarcófago el Libro de los muertos, especie de guía para el otro mundo, donde el muerto encontraba las indicaciones de todo lo que debía hacer par justificarse ante sus jueces.

La muerte para los griegos era muy importante, pues negar sepultura a un cadáver era condenar a vagar al alma del difunto y por consiguiente crear un peligro a los vivos. Era de esencial que un griego fuera enterrado o incinerado en su patria. Se envolvía al difunto en un sudario dejando el rostro al descubierto y se le ponía algunas alhajas.         Lo más significativo y lo que ha pasado a la historia como leyenda tradicional es la moneda que ponían en la boca del fallecido.      Este óbolo era de poco valor económico, pero de mucho valor simbólico   .La moneda serviría para pagar al “Caronte”, que según la mitología griega era el barquero que transportaría el alma del difunto hasta su destino final.        El cadáver era visitado por amigos y conocidos del difunto, aunque las visitas femeninas estaban sólo reservadas para las más allegadas. Las galas femeninas de luto eran negras. El cabello tenía que estar recogido y las presentes debían de lamentarse, cantando para expresar la pena por el deceso.   Así, se golpeaban el pecho y se desgarraban las mejillas.   Lloraban,  lamentaban y oraban por el muerto.    En algunas casas con recursos se contrataba incluso a plañideras que exageraban sus lamentaciones.

El entierro de un romano de elevada condición económica y social se caracterizaba por la solemnidad del ritual.    Delante de la comitiva fúnebre, iban los esclavos tocando flautas, trompas y trompetas, los portadores de antorchas, las plañideras profesionales, los bailarines y los mimos.  Las tumbas más lujosas eran sepulcros monumentales, o mausoleos en forma de templo,  de torre o de casa.    Desde la fundación de su ciudad hasta alrededor del año 100 a.C, los romanos practicaron exclusivamente la inhumación.     Luego comenzaron a utilizar la cremación, especialmente para prevenir que sus enemigos exhumaran a los soldados muertos y profanaran sus cuerpos.  La cremación, sin embargo, estaba reservada para los romanos más ricos; el pueblo pobre continuó con el sepelio, ya que no podían adquirir las piras.

La religión Judía, por medio de la Kabaláh, ve la muerte como cruzar el umbral que separa dos dimensiones, la física y la metafísica o espiritual.    Se expresa en la convicción de que los verdaderamente justos realmente no mueren sino que “parten” o “suben” a un plano diferente.    Se dice que “los justos viven incluso en la muerte, mientras que los malvados ya están muertos mientras viven”


En la tradición cristiana la muerte no es algo traumático que nos desgarre y entristezca nuestra existencia; es más bien un encuentro con el Señor de la Vida que en su resurrección nos dejó la semilla de la nuestra.       Los vocablos del hebreo y griego para “santidad” transmiten la idea de puro o limpio en el sentido religioso, apartado de la corrupción.  Se trata de personas destacadas por sus virtudes y son modelos capaces de mostrar a los demás un camino ejemplar de perfección, según sus atributos morales como justicia, fidelidad, misericordia, amor, bondad.  Hasta infieren que, el mismo proceso de “canonización” no “hace” santo a ninguna persona, es solo una declaración de que dicha es santa y fue santa desde antes del proceso de canonización.

Observamos que  la muerte para los hombres, en toda nuestra historia, fue y es un hecho transcendental, pues pone fin a la vida, suscitando reflexiones, opiniones y preguntas que dieron origen a las más diversas creencias.   La sabiduría de nuestros antepasados debe dar luz y explicarnos nuestro presente.

Antes, de lo evidente de la realidad, pensaba que un Hombre no puede ser líder y luchador  cuando se escuda en la pobreza para esconder su propio enriquericimiento; cuando utiliza la palabra para incumplir promesas y presupuestos; cuando su  armamento para la lucha es la traición, el engaño, la intolerancia, el desprestigio.

No existen dudas que hay dos realidades, la del llanto y del sufrimiento, y la otra, del alivio y la esperanza.  Se ha visto una sola cara de la moneda que hemos puesto, como los griegos,  en la boca del fallecido, para abonar al barquero  que lo transporte rápidamente de una orilla a otra de la existencia, transformando al corrupto en mártir.     Se puede ser “líder” y “jefe” fracturando al pueblo que uno mismo conduce?

De ambas realidades, cuan es la verdadera?  La que emerge de los labios del que dice que “necesariamente se necesita acumular riqueza para luchar contra el poder económico”, o solo basta con la inteligencia basada en la ética, expresando coherencia y sinceridad, de acuerdo a valores de verdad y justicia, viviendo de acuerdo a como se piensa y se siente?

Admiración y  asombro extremo definen el pasmo en el cual me encuentro, ante la realidad que ingresa por mis sentidos. No encuentro respuestas para decidir cual es la verdad.  Si tengo en claro que la muerte no santifica y que la ambición desmedida mata.

“Dicen que el hombre, un día quiso saber la VERDAD, y se la preguntó a Dios.     Dios la escribió en un gran disco de piedras, vio que era demasiando grande para que el hombre la comprendiera.       Pero, respondiendo a su pedido, arrojó el disco a la Tierra, el que se rompió en muchos pedazos.  Cada hombre recogió uno,  fundó una religión, o una iglesia, o una filosofía, o…….  Por lo cual, todas ellas tienen una parte de la Verdad, la que va a estar en manos de la humanidad en el momento en que todos se unan”.


                                                             Dr. Jorge Luis
                                                           30/10/2010



 

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