domingo, 29 de agosto de 2010

Uno de Felipe Pigna


Nuestro país destinaría para la compra de productos británicos todo el dinero que obtuviese de sus exportaciones, no reduciría las tarifas de los ferrocarriles ingleses, mantendría libre de derechos de aduana al carbón y una serie de manufacturas británicas, se comprometía a pagar la deuda en oro y resguardaba los intereses de la industria frigorífica británica. Estas cláusulas y la referida a la aceptación de asesoramiento británico en materia financiera colmaron la paciencia de los nacionalistas, que rechazaron el tratado.
 
Arturo Jauretche, agudo político radical, luego volcado al peronismo, calificó al pacto de “estatuto legal del coloniaje”.
No dejaba de ser curioso que el gobierno argentino, garantizara que el 85 % de las exportaciones quedara bajo el control de los frigoríficos norteamericanos (cuatro) e ingleses (dos). Esto siempre y cuando los frigoríficos argentinos no persiguiesen beneficio privado y utilizaran para el envío de las carnes buques británicos.
 
Todo matizado por comentarios inolvidables, vertidos por algunos de los integrantes de la delegación argentina: un destacado integrante de la Sociedad Rural Argentina, Guillermo Leguizamón, afirmó que: La Argentina constituía una de “las joyas más preciadas de la corona británica”;
El vicepresidente Julio A. Roca, sostuvo que desde el punto de vista de las relaciones económicas formábamos “parte integrante del Imperio Británico”.

Felipe Pigna 

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